lunes, 20 de septiembre de 2010


El techo de septiembre
es de cristales rotos,
y por alli se asoma tu
mano,
aquella que ya no exhibe
el guante blanco.

Cantas el Ave Maria.
Pareces impoluta, virginal,
huerfana de espantos.
Y es una marca, tu palabra,
como un sol cifrado.

Y yo me vuelvo invisible
cuando te levantas.
Te embriagas de mi, como
si yo fuese un puente
a otro lugar.

Y nada avanza, los espejos
de la noche invaden las calles.
Y yo caigo embriagado con ellos,
envuelto en las raices del
perfume oscuro que liberas
en tu huida.

4 comentarios:

  1. El perfume de la huida es difícil de olvidar... nos impregna.

    Bonito poema

    Besos

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  2. Hola Alís, asi es, hay partidas que parecen quedarse en los recuerdos, en el aroma...

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  3. HOla, veronika, yo no hui, me huyeron jajaja. Un abrazo

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