viernes, 19 de noviembre de 2010

Eva


Eva sale de su escondite sin ser vista, es como andar ya no a tientas, sino en plan de cortesana fingida, desprendida de culpas. Hace tiempo sus desdoblados genes la hicieron ver que esta vida es una sola, así que moja el café de las mañanas con todos sus labios entreabiertos, besando otros labios, cantando una canción hermosa, limpida, magnánima, telúrica. Eva no se cansa nunca, porque hay dos cauces que le dan calor de mares, de océanos, y hay un vigor extraño, que medita tras la ventana.
Y una y otra vez se repite aquella historia de los tiempos en que las manzanas estaban prohibidas, pero Eva las ha comido todas, y va ufana, bañada en crema y fresas frescas a apagar el fuego y a avivar los pequeños riachuelos que nacen a su paso...Yo trasciendo mas allá de las miradas erguidas como puñales, y tomo a Eva de la mano, le beso sabiamente, y la reconozco iniciada, santa, mas allá del bien y del mal.