jueves, 13 de agosto de 2009

El Cofre

Una tarde te quedaste
con mi piel.
Y el calor colmó
mis noches de insomnio,
no anduve descalzo
porque tú me cargabas.

Entonces te recorría
trémula,
como conduciendo un bote
de gran calado.

Y mirabas al fondo de nosotros,
retozando con unicornios
y lunas.

Una tarde me entregaste
la piel
y me quedé mirando al norte...
blanco
impoluto
frío

6 comentarios:

  1. Hay momentos en que la piel se convierte en mapas.

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  2. Si, Robërto, ciertamente. Saludos. Dare una visita a tu blog

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  3. ¡QUÉ MARAVILLA! UNA HERMOSA RECREACIÓN DE LAS CARICIAS CON LAS QUE APRENDEMOS EL CUERPO QUE AMAMOS.UN ABRAZO

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  4. Marisa, gracias por tu comentario. Anoche escuche el programa en el que participaste, en olvidatuequipaje, fabuloso, me gusto la forma como te iniciaste en la poesia. Un beso enorme, poeta de la memoria.

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  5. La piel...el tacto de la piel del ser amado es algo que perdura más allá de los confines de la memoria. Bellísimo poema que transmite sensaciones inolvidables. Un beso, Jaud.

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  6. Bella Mayte, la piel es un sendero de temblores. Gracias por el cariño que dejas en tus comentarios. Besos

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