
Tenia ansias de reventarme un poema,
de esos que derriten el yelmo
y unden las barcazas,
de los que pululan por tus ojos
como vuelos imprevistos
de asustadas aves,
como acalorados corpiños que te
sostienen, de improviso, la mañana.
Pero quería levantarme
y flotar en palabras precisas,
suave y gentil.
Depositarte una hilera de besos
amontonados, como amados libros.
Y me pasó el día, la noche,
todo el invierno,
y tus sonoros pasos
escribían una canción toda
sexo.
Entonces exploté en la espera.
Oí tu voz azul, amé tus muslos
azotados por las manos que apenas
dijeron tu nombre;
tomé tus senos náufragos
que señalan el
camino,
y me esparcí, delicado y gentil,
cubriéndote de furor y seda.
Tenia ansias de escribirte
un poema...