
En el vórtice de tu huracán he caído
me dejo llevar, girando, hacia tu centro.
No busco nada...sólo pertececerte.
No pienso nada...sólo tú llenas los vacíos.
No me resisto a la invasión de tu cuerpo.
¡Oh, fragancia que todo lo impregnas,
cómo sabes mostrarte deseada!
Qué energía sensual y grandiosa
se posesionó de tu lengua,
de tus manos
de tu boca
de tu cuerpo todo,
que me derriba y me levanta,
me eleva y me hace descender,
me revive y me aniquila,
me hace sonreír y llorar,
me vuelve diminuto y gigantesco
en la voluptuosidad de tu universo,
en la bravura de tu mar enloquecido
que de pronto se apacigua
y quedamos extasiados
redimidos y renovados
en la dulce fatiga;
tomados de la mano,
como protegiendo lo que queda,
mas allá de nosotros,
y nos miramos leve y perdidamente
en la totalidad de una sonrisa,
con la delicia que experimentan
los niños cómplices
cuando a hurtadillas
prueban de lo prohibido.