miércoles, 7 de julio de 2010

Despertar Cautivo


Anoche, tan claro como tus sueños de blanco satén, no le dimos cabida al odio, y tú y yo libres, nos besamos. No fue necesario crear melodías, ni reconocer armonías, porque justamente todo encajaba entre nosotros. Nuestro abrazo era gigante, reuniendo planetas que circunvalaban resignados, pero había el color de la vergüenza, ese tono amarillento que aparece cuando la razón nos agua la fiesta. Aún así, presentí que todo ya estaba dado. Yo reconocía tus labios en medio de tormentas y huracanes; el sonido imperceptible de tu voz, y una rosa pura dejada en todo cuanto tocamos. Nadie podía confundirme, ni siquiera los eclipses de los grandes amores. Eras tú, mi bienamada, infinitamente tú. No te robé nada, tú me diste. No te hice daño, renacimos. Fue un momento cálido y de fugaz tolerancia, aunque ahora surja un dolor que carcome esta paz cuando nos miramos a los ojos. No sé a quien desafiar, porque he olvidado quién es mas fuerte, y puedo divisar algunas nubes formadas en el pasado, que no nos dejaron ser mas de lo que pretendimos, y sé que vuelven implacables para decirnos que algo invisible nos limita, nos hace retroceder, y que un beso suave y puro, puede extraviarnos en la libertad de reconocernos en el despertar de cualquier sentimiento.

viernes, 2 de julio de 2010

¿Hasta donde nos alcanza?


¿Hasta dónde alcanzará
este amor,
cuando la nube de tu duda
dé el pequeño salto
que me niega?

¿Hasta dónde se triturarán
mis huesos
cada vez que en tus
recuerdos me nombres?

¿Acaso seré apenas
una linea detenida,
erguida, empinada;
magro vestigio
de lo que un día fui?

¿Hasta dónde nos alcanza
el amor?

¿Hasta dónde?